sábado, 1 de agosto de 2020

Cuentos de verano - Agosto 2020, 1


Hacía meses que soñaba con aquel día, había imaginado más de mil veces como sería, se acercaba a él con cualquier excusa, iniciaba una conversación que fluía sola, que les llevaba por atajos que ya había dibujado, que arrancaba sonrisas y complicidades, luego el miedo a que nada sucediese así, vuelta a empezar, un mordisco en la pared del estómago, cualquier pretexto para no dar el paso, el terror a un rechazo que acabara con aquel amor que solo existía en su cabeza. 


Al final fue la casualidad quien tomó la iniciativa, un pequeño accidente que hizo rodar por el suelo su carpeta mal cerrada, que los papeles se esparcieran y algunos fueran junto a sus pies, un reflejo exento de intención y una sonrisa tensa en el momento de entregárselos, - gracias, dijo él mientras le sonreía, nunca habían estado tan cerca, noto un olor un punto dulzón que no esperaba, y pensó que de cerca todavía era más guapo. Y fue él quien sin que le preguntase le contó la importancia de aquellos papeles, el tiempo que le había llevado escribirlos, las horas de investigación que atesoraban, y lo hacía con la sonrisa de quien habla sobre un tema que le apasiona y hablaron mucho más tiempo del que la gratitud exige en circunstancias como aquella y aquella noche, en la soledad de su habitación recordaba las palabras, el contacto indirecto a través de aquellas hojas que no eran nada y eran tanto, su sonrisa, aquel olor dulzón que desprendía que le sorprendió pero que le gustaba porque era él y durmió toda la noche del tirón, como hacía años que no lo conseguía, como si aquel encuentro hubiese sido una victoria anhelada hace años y en cierta medida lo era. 


Volvía cada mañana a la misma cafetería, intentaba sentarse en la misma mesa, esperaba que él llegara y normalmente lo hacía unos minutos después, se sonreían y él se acercaba, el primer día le pidió permiso para compartir mesa, el resto ya no hizo falta, y fue descubriendo que estaba casado y no le importó y que tenía una hija de 10 años y tampoco le importó y así se fue construyendo poco a poco un amistad asimétrica.

Habían quedado para comer, los dos, era la primera vez, hacía meses que soñaba con aquel día, había imaginado más de mil veces como sería, había pensado en varios restaurantes, - ¿qué tipo de comida le gustaría?, pensó que había muchas cosas de él que todavía no sabía, lo vio llegar, lo encontró especialmente atractivo, como si hubiese elegido la ropa para aquella ocasión, una ocasión especial, subieron a su coche y condujo sin preguntar donde iban, sin decir donde iban, y solo la radio rompía el muro de silencio que se había levantado entre los dos, como si ninguno encontrase las palabras, conscientes de que lo que estaban haciendo supusiera un punto de inflexión en su recién estrenada amistad, como si tuviesen miedo de romper algo todavía demasiado frágil. Mientras aparcaba delante de un restaurante él le dijo que nunca había estado con otro hombre desde que se casó. No pidieron postre. 

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