Que sufrido es el papel y que maleables resultan algunos
datos. Estas son dos ideas que me vienen a la cabeza cada vez que el INE, el
SEPE, la Seguridad Social o cualquier otro organismo oficial nos da a conocer
los resultados de sus balances, estadísticas, encuestas o el formato que
corresponda. Digo organismo oficial por diferenciar de esas otras encuestas pagadas por parte interesada que suelen publicarse regularmente, parece que más
con la intención de orientar nuestro voto que con la de informar de manera
mínimamente objetiva sobre una realidad concreta.
La última ha sido sobre la creación de empleo y ha servido
para que el gobierno central y sus delegaciones territoriales saquen pecho y
anuncien a los cuatro vientos lo bien que vamos. Hay que repetirlo muchas
veces, en prensa, radio, televisión, redes sociales, vallas publicitarias y
donde quiera que sea que puedan colarse. Lo repiten tanto que alguno puede
acabar dudando si las cosas son como uno las ve o como a uno se las cuentan. Ha
llegado la recuperación, crecemos más que nadie, creamos empleo y todo el mundo
sonríe por las calles. Vivimos en un musical.
Pero en mi barrio, en mi pueblo, hay demasiada gente que no
encuentra motivo alguno para sonreír, es curioso, muchas personas siguen sin
trabajo, la mayoría de ellas incluso sin prestación. Y los que han ido
encontrando un puesto de trabajo, son tan temporales, que ya ni siquiera duran
semanas, se miden por días. Son tan precarios que la jornada laboral que reza
en el contrato, a veces es más corta que el tiempo empleado en el
desplazamiento de ida y vuelta a la empresa. Está tan mal retribuida que da
vergüenza hablar de ello.
Establecer indicadores macroeconómicos para medir la
evolución de las cosas es necesario, pero que esos indicadores reflejen una
realidad es importante para evaluar esa evolución. Los tiempos en que tener un
contrato de trabajo te alejaba de la pobreza y de la exclusión social, parece
que han pasado. Tener contrato ya no garantiza eso y por tanto, medir sólo el
número de contratos sin fijarnos en lo que hay detrás, es dejar el trabajo a
medio hacer.
Saber el número de contratos que se hacen es importante. La
calidad de esos contratos también. Esconder una realidad dura, todavía
demasiado dura, detrás de un dato que de manera aislada puede parecer positivo,
es irresponsable y a la vez peligroso.
En este país, la pobreza sigue aumentando, la brecha social
ensanchándose y las condiciones de vida de una inmensa mayoría deteriorándose. Las
reformas laborales, junto con otras muchas que han supuesto no sólo limitación
de derechos, sino también de libertades suponen un lastre demasiado pesado para
la construcción de una sociedad justa e igualitaria.
La propaganda puede empeñarse en dibujar un mundo feliz,
pero la realidad sigue emborronando el cuadro.
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