A
veces, al leer informes emitidos por renombradas instituciones, organizaciones,
etc. se olvida que detrás del informe hay una persona, o muchas, con sus
nombres, sus apellidos, sus filias y sus fobias y sobre todo su ideología (eso
que algunos se empeñan en convencernos que está pasado de moda). No he leído
nunca un informe neutro, siempre que alguien valora un dato, siempre que
alguien plantea una receta, siempre hay detrás un objetivo que se puede
valorar políticamente.
Durante
los últimos años, hemos asistido a un crecimiento desmedido del ámbito de
influencia de organismos como el FMI, el Banco Central Europeo, el Banco
Mundial y otros de menor entidad internacional que les acompañan en su
particular cruzada. Alguno de estos organismos como el FMI que lleva décadas
imponiendo sus tesis en otras latitudes con los nefastos resultados por todos
conocidos, nos las ha traído hasta la vieja Europa y sus recetas han pasado a
formar parte de la hoja de ruta económica de la mayoría de los gobiernos, con
un coste social desgarrador.
No
deja de sorprender, que un informe, recientemente premiado, del propio FMI
(entidad poco sospechosa de abrazar teorías marxistas), venga a afirmar que “se
ha producido un amento de la desigualdad por la creciente brecha salarial y que
las diferencias de los ingresos se
reducen cuanto mayor es el poder de los sindicatos, cuanto más formada está la
población y cuanto más fuerte es el Estado del Bienestar”.
Y digo que resulta curioso por ser estas mismas
las consecuencias de las políticas aplicadas por los gobiernos europeos al
dictado de la Troika de la que el FMI es parte integrante. Y porque parece un
insulto a la inteligencia que quien tanto ha hecho para generar esta situación,
por generar las condiciones necesarias para bajar salarios, para debilitar
sindicatos, para adelgazar el papel protector del Estado, salga ahora
“denunciando” sus consecuencias.
Desde los sindicatos de clase se ha insistido
mucho que el ataque al sindicalismo escondía un ataque brutal a los derechos más
elementales del conjunto de la ciudadanía. Que debilitar la negociación
colectiva era apostar por la desigualdad y quitarle armas al más débil para
entregárselas al más fuerte. Que reduciendo la capacidad de intervención del
sindicato, les iba a resultar más fácil seguir debilitando el Estado del
Bienestar, mercadear con derechos.
La situación y la evolución de las cosas no son
irreversibles, los que dictan las medidas a los gobiernos lo saben y nosotros
lo sabemos. Es más, ellos también saben (y sabían) las consecuencias de sus
propuestas. Invertir la tendencia, darle la vuelta a la situación no es misión
fácil, hace falta trabajo y sobre todo organización.
Ellos saben que si rompen nuestras
organizaciones lo tienen más fácil, nosotros deberíamos saber que salvarlas y
fortalecerlas es para nosotros vital. Corrijamos los errores que tengamos que
corregir y afrontemos la batalla, lo que pase mañana, todavía está por
escribir.
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