viernes, 10 de abril de 2015

FMI, la receta de la desigualdad.

A veces, al leer informes emitidos por renombradas instituciones, organizaciones, etc. se olvida que detrás del informe hay una persona, o muchas, con sus nombres, sus apellidos, sus filias y sus fobias y sobre todo su ideología (eso que algunos se empeñan en convencernos que está pasado de moda). No he leído nunca un informe neutro, siempre que alguien valora un dato, siempre que alguien plantea una receta, siempre hay detrás un objetivo que se puede valorar políticamente.

Durante los últimos años, hemos asistido a un crecimiento desmedido del ámbito de influencia de organismos como el FMI, el Banco Central Europeo, el Banco Mundial y otros de menor entidad internacional que les acompañan en su particular cruzada. Alguno de estos organismos como el FMI que lleva décadas imponiendo sus tesis en otras latitudes con los nefastos resultados por todos conocidos, nos las ha traído hasta la vieja Europa y sus recetas han pasado a formar parte de la hoja de ruta económica de la mayoría de los gobiernos, con un coste social desgarrador.

No deja de sorprender, que un informe, recientemente premiado, del propio FMI (entidad poco sospechosa de abrazar teorías marxistas), venga a afirmar que “se ha producido un amento de la desigualdad por la creciente brecha salarial y que las diferencias de los ingresos se reducen cuanto mayor es el poder de los sindicatos, cuanto más formada está la población y cuanto más fuerte es el Estado del Bienestar”.

Y digo que resulta curioso por ser estas mismas las consecuencias de las políticas aplicadas por los gobiernos europeos al dictado de la Troika de la que el FMI es parte integrante. Y porque parece un insulto a la inteligencia que quien tanto ha hecho para generar esta situación, por generar las condiciones necesarias para bajar salarios, para debilitar sindicatos, para adelgazar el papel protector del Estado, salga ahora “denunciando” sus consecuencias.

Desde los sindicatos de clase se ha insistido mucho que el ataque al sindicalismo escondía un ataque brutal a los derechos más elementales del conjunto de la ciudadanía. Que debilitar la negociación colectiva era apostar por la desigualdad y quitarle armas al más débil para entregárselas al más fuerte. Que reduciendo la capacidad de intervención del sindicato, les iba a resultar más fácil seguir debilitando el Estado del Bienestar, mercadear con derechos.

La situación y la evolución de las cosas no son irreversibles, los que dictan las medidas a los gobiernos lo saben y nosotros lo sabemos. Es más, ellos también saben (y sabían) las consecuencias de sus propuestas. Invertir la tendencia, darle la vuelta a la situación no es misión fácil, hace falta trabajo y sobre todo organización.


Ellos saben que si rompen nuestras organizaciones lo tienen más fácil, nosotros deberíamos saber que salvarlas y fortalecerlas es para nosotros vital. Corrijamos los errores que tengamos que corregir y afrontemos la batalla, lo que pase mañana, todavía está por escribir.

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