El lema con el que salimos a la calle este 1 de mayo, No hay excusas, empleo estable, salarios
justos, pensiones dignas y más protección social, supone la exigencia de los
cuatro puntos esenciales para el movimiento obrero sobre los que se tiene que
sostener la tan anunciada recuperación que sigue sin llegar a la clase trabajadora.
Tras una década de recorte de derechos y de limitación de
libertades, tras haber asistido al saqueo por parte de buena parte de nuestros
gobernantes, que se han dedicado a convertir servicios públicos en negocios
privados, hundiendo el país en un lodazal de corrupción y desigualdad, tras el auge
de posiciones políticas que han venido a sumar al neoliberalismo el neofascismo
en no pocos países (y del que el nuestro tampoco se escapa), es el momento de
salir a la ofensiva, no ya a defender lo que tenemos, sino a recuperar lo que
nos han robado.
El empleo estable no solo es deseable por facilitar la
construcción de proyectos de vida a las personas, sino que también es un
elemento esencial para el desarrollo de sociedades más cohesionadas. La
elevadísima temporalidad en el empleo que sufre nuestro país, no es fruto de un
capricho del azar que convierte en la clase trabajadora en material fungible,
de usar y tirar. La temporalidad se sustenta en un modelo productivo degradado,
en una legislación extremadamente flexible, en unos mecanismos de control del
fraude insuficientes y en una cultura empresarial anclada en el siglo XIX que
lo que persigue en el fondo no es más que maximizar el beneficio a través de la
sumisión del trabajador o trabajadora.
Los salarios justos permiten, no solo garantizar una
determinada calidad de vida a los trabajadores y trabajadoras en activo, sino
que también contribuye a reforzar el sistema público de seguridad social y a
garantizar la calidad de las futuras pensiones.
La crisis/estafa de la última década ha supuesto una devaluación de entorno al 20% de los salarios que han pasado
a representar menos de la mitad de la tarta del PIB nacional. Sin salarios
justos, la clase trabajadora se empobrece y la sociedad se deteriora. En ese
camino nos ha metido no solo la crisis, sino la gestión política que de ella se
ha hecho y de manera muy clara, la reforma laboral, entre cuyos objetivos
primordiales, junto con la debilitación del sindicalismo de clase se encontraba
la degradación de la negociación colectiva y por supuesto, la devaluación
salarial.
Las pensiones dignas, además de ser de justicia que quien
durante toda su vida se ha dedicado a trabajar tiene derecho a disfrutar de una
vejez con todas sus necesidades cubiertas y con calidad de vida, también es un
mandato constitucional que en el art. 50 las garantiza, así como que sean
periódicamente actualizadas. Pensiones dignas
son aquellas que les permiten a las personas mantener el nivel de vida que
tenían mientras trabajaban, pensiones que se incrementan si se incrementa el
coste de la vida, pensiones que no están al capricho del gobierno de turno.
Recordemos aquí que tanto la viabilidad del sistema público de pensiones como
la calidad de las pensiones que pueda ofrecer es una cuestión de voluntad
política. Llevar como se pretende el debate de la sostenibilidad del sistema a
cuestiones estrictamente técnicas supone un engaño a la ciudadanía. La
constitución garantiza las pensiones públicas y por tanto, nada impide si el
sistema es deficitario, se recurra a los PGE para hacer frente a su pago. El
discurso dominante ha centrado todo el debate de pensiones en su
insostenibilidad y la necesidad de reducir el gasto (endureciendo requisitos de
acceso, retrasando la edad, eliminando la actualización automática vinculada al
incremento del coste de la vida, etc) medidas todas ellas que bajo el falso
relato de la necesidad de garantizar la sostenibilidad del sistema, lo único
que hacen es deteriorar la calidad del mismo y reducir el gasto. La
sostenibilidad del sistema bien puede conseguirse sin reducir el gasto y por
tanto sin excluir a gente de las prestaciones ni reduciendo las cuantías de las
mismas, si se decide actuar sobre los ingresos, con medidas técnicamente posibles
como destopar las bases máximas y hacer que quienes más cobran, más coticen, al
contrario de lo que ocurre actualmente, lo que dotaría al sistema, no solo de
más solvencia, sino también de más equidad.
Y más protección social para dar respuesta a tantas
personas, a tantos colectivos, que se encuentran en pleno siglo XXI
desamparadas, el Estado social que propugna nuestra Constitución en su artículo
1, no puede dar la espalda a la ciudadanía cuando ésta más lo necesita. No es
posible que la mitad de los desempleados de este país no tengan acceso a ningún
tipo de prestación, no es de recibo que en la crisis más dura de las últimas
décadas, con niveles de paro altísimos, el gobierno decidiese reducir las
prestaciones de desempleo, los retrasos en el reconocimiento de algunas
prestaciones y un largo etcétera de situaciones no cubiertas, exigen
actuaciones decididas. Desde CCOO ya presentamos una ILP exigiendo una renta
mínima garantizada que pudiese ayudar a las personas en situación de mayor
necesidad, seguramente no es suficiente, pero sí es totalmente necesaria.
El 1 de mayo es importante llenar las calles de
reivindicación, no ya para frenar recortes, sino para lanzarse a la ofensiva, a
recuperar derechos, para lanzarle un mensaje claro al gobierno actual y a los
partidos que por activa o por pasiva lo sostienen, para decirle que no vamos a
seguir siendo los paganos de sus prácticas corruptas, de su ambición de poder y
de dinero desmesurada, que no nos van a amedrentar con leyes mordaza ni con
ninguna otra medida de presión, que estamos cansados de que el futuro se
parezca cada vez más al pasado y de que todo eso ya ha llegado a su fin. CCOO salimos
a la calle, conscientes de las dificultades pero convencidos, como decía Joan
Fuster “que tot està per fer i tot es possible”.
A la calle, por las personas que tienen un trabajo precario
y por las que no tienen trabajo, por las que cobran una pensión y por las que
cuentan los días para jubilarse, por las que acaban de perder el trabajo y por
las que acaban de encontrarlo. A la calle, para recuperar derechos, para
conquistar nuevos, para ganar el futuro…