Que la crisis ha sido creada para que
los ricos engrosen su riqueza y los pobres se multipliquen y aumenten su
pobreza es algo que ya nadie discute.
Que los grandes partidos políticos han trabajado para quien
les paga (ya no los ciudadanos con sus impuestos sino los bancos con sus
préstamos y condonaciones) nunca ha sido tan evidente.
Que los bancos fueron rescatados secuestrando el carácter
social del Estado, lo han descubierto hasta quienes renegaban de los servicios
públicos y ahora los necesitan.
Que la destrucción de empleo no se ha limitado a dejar a
millones de personas sin trabajo y sin prestaciones, y aquéllos que han
conservado el puesto lo han hecho en muchos casos a costa de injustificadas
rebajas salariales y pérdida de condiciones laborales ya no genera asombro.
Que la supuesta recuperación siga siendo para la clase
trabajadora una ilusión, cuando no una broma de pésimo gusto, un juego de
prestidigitación imposible de creer ni queriendo, ya no se puede disimular ni
siquiera con el habitual maquillaje que soportan las estadísticas.
Que en medio de esta desolación nos enteremos de que apenas
a 72 horas de dimitir como Ministro de Justicia, el Sr. Ruiz Gallardón ya tiene
una ocupación remunerada con 8.500 euros al mes, tal vez no sea lo peor que le
pueda pasar a este país, pero sin duda sorprende que no sorprendan más de 6
millones de paisanos en interminables colas en las oficinas del paro, agotando
prestaciones y esperanzas, perdiendo la casa o la salud, incorporando a su
rutina el viaje diario al comedor social, mientras en la calle Génova se
repartían, y tal vez se sigan repartiendo, sobres, puestos de trabajo, favores…
Convencido de que el pudor es cosa de pobres, es justo
reconocer el mérito de Ruiz Gallardón, entre otros, al recordarnos casi a
diario que ellos son los mercaderes y nosotros la mercancía.
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