Siempre dije que ceder la gestión de lo
público a quien insiste en recordarnos que la gestión pública es ineficaz, y
aboga consecuentemente por privatizar todo lo susceptible de ser privatizado,
no era una opción inteligente.
Dije siempre
que dejar que el impulso a la ciencia, al progreso y a la investigación cayera
en manos de los que blandían la fe cristiana como la más certera e infalible
explicación del porqué de las cosas, suponía arriesgarse a caminar hacia atrás.
He dicho siempre
también que quienes no iban a permitir que la realidad les arruinase un buen
titular, acabarían pasando también del titular y apostando directamente por el
negocio, y que detrás del neoliberalismo vendría el neoperiodismo, que, como
dijera el poeta, “no es lo mismo pero es igual”.
Sigo diciendo
que organizarse colectivamente para perseguir sueños, utopías, o simplemente un
poco de justicia social, por decirlo de tres maneras distintas, es la única
posibilidad que tenemos los que nada tenemos de vivir algo mejor que los que
vivieron antes que nosotros.
Es esto último
lo que alimenta más debates en mis círculos más próximos (me refiero a los círculos
al modo de Marcelino Camacho en su “Charlas en la prisión”, y no a los que ha
creado el joven Pablo Iglesias), donde gente indudablemente de izquierdas e
indudablemente formada políticamente se enzarza en discusiones para poner de
manifiesto bondades y miserias tanto de Izquierda Unida como de Podemos, sus
anhelos, sus reservas, etc.
Ciertamente, Podemos
ha llegado a ámbitos donde la izquierda no estaba llegando; ha evitado que se
pierdan parte de los “desencantados” por los grandes partidos, principalmente
el PSOE; ha frenado las expectativas de crecimiento de Izquierda Unida. Que sea
un partido que ha venido para quedarse dependerá de la habilidad de sus líderes
y de la política que hagan cuando pasen de fenómeno televisivo (dicho con todo
el respeto y cariño) a gestores de lo público, a nivel municipal, autonómico o
estatal.
Ciertamente,
el PP ha sido capaz de crear un frente común de la derecha en España,
recogiendo desde liberales a reaccionarios, pasando por demócrata-cristianos y
conservadores, y eso les ha permitido gobernar incluso con mayorías absolutas.
Ahora, el reto
de la izquierda, entendida como todo lo que hay a la izquierda del PSOE, es
generar los espacios de confluencia que nos lleven no sólo a llegar al poder
sino a tomarlo.
Se equivocan
los que desde Podemos juegan al “todos los partidos políticos anteriores son
casta”, se equivocan porque la gente que lleva décadas peleando contra las
políticas de PP y PSOE está ahí, y apartarla para que
lleguen los que no estaban no suma, y se trata de sumar, sumar a unos y a
otros, sumar los que ya estaban, los que han vuelto y los que acaban de llegar,
para garantizar que, en suma, somos más, que somos todos los que estamos, que
estamos todos los que sumamos.
Otra forma de
hacer política no es sólo una posibilidad, es imprescindible. Compartir
objetivos y prioridades es el camino, elaborar un programa es la forma. Construir
un mundo más habitable empieza a ser, entonces, una realidad.